lunes, 24 de agosto de 2020

Reseña: Cecilia Valdés

 Villaverde, Cirilo. Cecilia Valdés. La Habana: Letras cubanas, 2003. 503 páginas. ISBN 9789591007063

Reseña: Jorge Klinger

Cecilia Valdés es una novela histórica, romántica, de época, de la tierra, esclavista, de la Independencia, ético-didáctica y muchos otros adjetivos que le podemos agregar una vez leída con sentido crítico.

Su autor, Cirilo Villaverde, quien fue un independentista comprometido supo plasmar en esta novela los usos y costumbres de la época, así como la decadencia social de la Cuba de comienzos del siglo XIX, siendo él contemporáneo de la narración.

Se trata posiblemente de la novela cubana más célebre en su rubro puesto que se han hecho adaptaciones de la misma para zarzuela, radio teatro, ballet, cine e incluso se realizaron versiones para niños en los formatos títere y dibujo animado.

Villaverde nos habla de la época en que Cuba permanecía bajo el dominio de España. La sociedad se corrompía con la ambición desmesurada, cuyos principales elementos eran la producción de azúcar y la mano de obra esclava, de ella dependía la economía de criollos hacendados y españoles de alcurnia.

La novela posee dos ejes temáticos bien definidos: el romanticismo y la esclavitud.

El hilo conductor de la novela es la historia de amor imposible entre un blanco acaudalado y una mulata. Esto la relaciona con obras más antiguas como Píramo y Tisbe de Las Metamorfosis de Ovidio o el poema La trágica historia de Romeo y Julieta de Arthur Brooke, que inmortalizara teatralmente William Shakespeare.

Cecilia Valdés, junto a Amalia del argentino José Mármol que describe un amor truncado por la violencia política y María del colombiano Jorge Isaacs quien relata el frustrado amor de dos adolescentes integran, a mi entender, la trilogía de las máximas obras románticas de las letras hispanoamericanas del siglo XIX.

En su novela, Villaverde describe un romanticismo realista en el contexto histórico colonial en el cual vivía, con sus profundas contradicciones sociales.

El personaje central femenino es Cecilia, hija natural de una esclava mulata, bellísima -según la describe Villaverde- al punto de ser llamada “Virgencita de Bronce”. Su piel era casi blanca y fue criada en la Real Casa Cuna de La Habana, de ahí que lleve el apellido Valdés como todos los niños que pasaban por la institución fundada por el Obispo Fray Gerónimo de Nosti y Valdés.

El personaje masculino del romance es el hijo de un criollo rico, blanco, adinerado y fiel a las costumbres de su sociedad, es decir, disfrutar la vida sin mucho esfuerzo, casarse con una mujer de su clase social y tener una amante mulata para su deleite.

Con estos dos personajes -a los que irá agregando otros-, Villaverde nos muestra las costumbres de la época, de su sociedad y de su moral. Esto hace que la obra pueda considerarse como novela costumbrista plena de realismo.

El otro eje por el que avanza la narración es la esclavitud, tema desarrollado en abundancia por muchos autores cubanos desde Silvestre de Balboa en el siglo XVII hasta Nicolás Guillén en el siglo XX.

El lugar de preminencia en la escala social de la isla era para los peninsulares, quienes ocupaban los cargos de administración o gobierno. 

El segundo lugar estaba reservado para los criollos prósperos.

En la base de la pirámide estaba la raza negra, cuya finalidad era ser mano de obra barata.

En medio, los mulatos, quienes pretendían ascender en su estado social cruzándose con blancos, pero la integración racial no era posible por dos motivos: las disposiciones de la Iglesia Católica y el innato racismo de españoles y criollos.

La discriminación social de la “civilización” se aplicaba también a los esclavos, quienes a su vez estaban divididos en tres categorías: 1) Los “bozales”, africanos recién llegados, que no conocían el idioma ni las costumbres y quienes sufrían los peores castigos, como modo de “aprendizaje”. 2) Los ladinos, que ya llevaban un tiempo aprendiendo las costumbres de sus amos, hablaban algo del nuevo idioma y recibían un trato menos violento. 3) Los cimarrones eran los esclavos que huían en busca de refugio en las sierras y fundaban allí sus comunidades. Los mulatos libres, como Cecilia, tenían un sentido de pertenencia indefinido, lo que aumentaba aún más sus contradicciones.

Entre ladinos y bozales también se establecía una forma de discriminación: los primeros recibían mejor trato que los segundos y Villaverde lo pone de manifiesto en su novela, como también la lucha de intereses entre peninsulares y criollos, donde unos traían consigo la alcurnia heredada y los otros la posesión de la tierra que habían adquirido y hacían producir con el sufrimiento de los esclavos, considerados menos que un simple objeto, los cuales para sobrevivir se vieron obligados a hablar el idioma de sus amos ya que el propio les estaba prohibido.

El autor refleja en la novela acertadamente cómo éstos adecuaron su lengua a la de sus apropiadores. Villaverde utiliza también con inteligencia arcaísmos españoles para darle verosimilitud al discurso.

Cecilia resulta ser una víctima más del conflicto socio político condicionado por los prejuicios raciales imperantes, puesto que la blancura de su piel no certificaba la pureza legal de su sangre. Leonardo, su enamorado y con quien tiene una hija, es su hermano por parte de padre y ellos no lo saben; el incesto inconsciente le suma dramatismo al conflicto. Él es un personaje frívolo, egoísta, no habituado al trabajo, lujurioso y sujeto a las normativas sociales de la época.

Los demás personajes son todos secundarios, destinados a presentar los conflictos que vivía la sociedad en su conjunto, incluso el mulato enamorado de Cecilia, José Pimienta, quien le da un giro insospechado al final de la novela.

El componente descriptivo de la narración se nota claramente en los relatos que hace de la Feria de la Merced en la Loma del Ángel, como así también las clases de José Agustín Govantes en el Colegio de San Carlos; también describe minuciosamente los bailes en la Sociedad Filarmónica, las comidas en casa de los Gamboa, el paseo por el Prado de la Habana y las moliendas de caña en los trapiches.

Las referencias históricas no faltan. Citaré a modo de ejemplo las menciones que Villaverde hace del Obispo Espada y Landa, del abogado Bermúdez, de los militares españoles que recalaron en la isla tras el fracaso de la expedición a México.

Finalmente queda el tema del mito. ¿Existió Cecilia Valdés? ¿Fue un personaje de ficción? ¿Es el arquetipo de mujer cubana? Lo cierto es que, en La Habana, frente al atrio de la Iglesia del Santo Ángel Custodio desde 2014 se yergue una estatua que la recuerda y en el Cementerio de Colón, donde se encuentran los restos de Cirilo Villaverde, a pocos metros hay una tumba que lleva el nombre de “La Virgen de Bronce”, como la llamaba el autor.

 

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