viernes, 14 de agosto de 2020

Crónicas de Avellaneda

10 de Julio de 1928.

Barracas al sur. Vieja pulpería devenida en fonda sobre el Camino del Sur. Cuatro parroquianos beben ginebra en la mesa del fondo. Dos taitas con chambergo requintado, pañuelo al cuello, cuchillo en la cintura y dos corraleros de alpargata y boina vasca.

    —¡A ver muchachos! ¿Pa’ qué nos llamaron?

    El mayor de los corraleros empina su copa y responde:

    —Hermano, la mano viene brava en los frigoríficos. Nos están amasijando con el laburo y no nos dan pelota         cuando protestamos.

    —¿Y eso en qué la vá conmigo? Nosotros manejamos el cuchillo; los dotores son los que manejan la                 política.

    —Sí, pero necesitamos que alguien nos dé una mano. Por eso pensamos que ustedes…

    —Nosotros, ¿qué? Ya te lo dijo el Cirilo. Nosotros ‘tamos pa’l cuchillo pero pa’ despostar gente.

Termina su trago y vuelve a volcar el porrón en las copas. Se miran los corraleros; el más joven se quita la boina, la estruja nerviosamente mientras mira a los taitas.

    —Si ustedes, como al descuido, pudieran hablar con los dotores y decirles que van a ganar más guita si nos         aflojan un poco.

    —¿Y cómo es eso?

    —Y… con algunas mejoras a convenir, trabajaríamos más tranquilos y rendiríamos más.

    —Yo no trabajo pa’l viejo Gastón, pero mi trompa, sí. ¿Vos qué opinas, Cirilo?

    —Podría ser… El dotor es gente de Barceló, en una de’sas…

De pronto, el silencio. Los taitas contienen la respiración. Las manos vuelan a los cuchillos. De una mesa cercana surgen disparos.

26 de Junio de 1806

Pueblo de la Reducción. Pulpería sobre el Camino del Sur. Un grupo de oficiales ingleses acorta la noche bebiendo su propio “scotch”. Las pistolas sobre la mesa.

    —Afortunadamente Ensigh tuvo la buena idea de traer consigo un par de botellas de buena bebida, porque         lo que beben aquí es muy desagradable.

El pulpero los mira indignado, pero nada puede hacer. Le permiten cuidar su negocio, pero lo han desarmado. Ellos son los vencedores, al menos por ahora, e imponen las condiciones.

    —No entiendo porqué no atacamos. Estamos haciendo lo mismo que hicieron ellos ayer. ¿Esperamos que             Carr se decida?

    —No, no, Duff, esperamos que lleguen los cañones que quedaron empantanados en aquel maldito bañado         donde desembarcamos. La idea es ocupar la ciudad sin bajas. Para eso están los “shrapnels”.

    —Jajaja… Vaya susto que se llevaron los españoles cuando la metralla estalló sobre sus cabezas. Jajaja…

    —¡Sí! Pudimos trepar la cuesta con la 71 al son de las gaitas sin sobresaltos. Ahora, ¿no había otro lugar             mejor para el desembarco?

    —Denis, Denis, tu siempre te quejas. El hecho es que desembarcamos bajo la lluvia, nos aterimos de frío             toda la noche, cruzamos un bañado con agua hasta las rodillas, subimos el barranco, caminamos nueve            millas y aquí estamos disfrutando de un buen “Scotch”, jajaja…

    —¡Y tú siempre te ríes! Pero los cañones quedaron empantanados y por si eso fuera poco, los españoles             quemaron el puente.

    —¿Crees tú acaso que ese riacho será un obstáculo para nosotros? Yo te aseguro que no lo será. Además,         los cañones ya vienen en camino. Un par de disparos de metralla es igual a una fuga en desbandada,                jajaja…

    —Tienes razón Ensigh, ¡nada detendrá a la 71! Mañana al mediodía sin lugar a dudas las bellas españolas             nos invitarán a almorzar con ellas. ¡Por las Damas que nos esperan! ¡Salud!

    —¡Salud!

De pronto, hay movimientos extraños en el fondo de la pulpería. Los ingleses empuñan las armas y sin dudar, disparan…

 14 de mayo de 1966

Los diarios consignan que en el día de ayer, por causas que se desconocen, hubo un tiroteo dentro de la Confitería La Real de la ciudad de Avellaneda, cita en la Avenida Mitre frente a la Plaza Alsina. Como resultado del confuso hecho que se encuentra en plena etapa de investigación, resultaron muertos los ciudadanos identificados como Domingo Blajaquis, Juan Zalazar y Rosendo García; los tres eran reconocidos activistas sindicales en el distrito.

De mi libro Ternas y trilogías. ISBN 978-987-28908-5-8

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