martes, 28 de diciembre de 2021

El Zorzal criollo

 

Paseando por Montevideo encontramos una estatua de Carlos Gardel sentado a la mesa de un bar. Quise llevarme una foto de recuerdo y expectante tomé asiento junto a él.

¡Te parece a vos dónde me vinieron a sentar! Mirando hacia la Jefatura de policía, “Hotel del gallo” que le dicen por acá, ¡a ver si viene la yuta! ¡Y con una taza en lugar de un vaso de whisky con hielo!

Superado mi asombro, otra vez más una estatua de Carlitos me hablaba, respondí:

Es cierto, me parece una macana. El hotel mes en realidad la cárcel central y lo del gallo es por el emblema de la cana, pero hablemos de otra cosa. ¿Quién lo bautizó Zorzal criollo?

Betinotti, José Betinotti me puso el apodo. A él le gustaba mucho mi manera de cantar y a mí, sus composiciones. También solían llamarme El jilguero de Balvanera, por los tugurios en los que cantaba.

¿Fueron muy amigos con José Razzano? pregunte yo con ansiedad.

¡Si! –respondió él, agregando a continuación ¡Formamos un dúo inolvidable! Nos llamaban El Morocho y El Oriental, porque él era uruguayo declarado y me regaló una sonrisa pícara.

Bátame la justa, Carlos, ¿usted es uruguayo o argentino?

Después de reírse, me respondió:  Soy rioplatense. ¿Sabés que pasó? En Buenos Aires tuve un problemita por un asunto de polleras, ¿la junás? Entonces me nacionalicé para evitar el raje; después, después fui GARDEL y a nadie le importó mi pasado.

Pero su mamá era francesa, ¿no?

¡Sí! Berta era francesa y cocinera finoli. Resultó una fiera criándome; siempre buscando un mejor laburo para que no me faltara nada. De mi viejo, mejor no hablemos.

Me pareció que su rostro se había ensombrecido. Era cosa de locos, pero el rostro de la estatua había cambiado de expresión, entonces hablé de otro tema. Como era la tercera vez que conversaba con él me distendí y continué la charla.

¿Puedo preguntarle cómo se le ocurrió el tango canción?

¡No me tratés de usted, ché!,  hace tiempo que nos venimos encontrando y ya parlamos un buen rato.

Tenés razón. Nos vimos en Chascomús, en Gerli y ahora acá, en Montevideo.

Te cuento. Eso no fue cosa mía. El tango canción lo inventaron Castriota y Contursi. Yo de prima vi que era importante y me lo puse al hombro. En definitiva, si lo cantaba Gardel ¡era bueno! ¿Y sabés porqué lo hice? No fue por guita, no, no. Si el tango canción triunfaba con el Zorzal Criollo, seguía perteneciendo al arrabal, como yo.

Pensándolo bien, vos sos el arrabal, el tango y el sentir de las orillas. De las orillas de la ciudad y de las orillas del río.

¿Sabés que tenés razón? ¿Y a vos, porqué te gusta el gotán?

No sé. Será por mi viejo. Era gringo, eslavo, pero le gustaba mucho tu voz y la manera en que interpretabas el tango. Él siempre canturreaba mientras trabajaba: “Ché papusa hoy” y seguía tarareando.

¡Cómo hoy! ¡Sería oí!

No te olvidés que era gringo y pronunciaba como le salía.

Después de reírse con ganas me respondió:  ¡Entonces tu viejo cantaba en cocoliche!

Una pregunta más, Carlos, ¿por qué el tango es tan tristón?

Oíme, chabón y acentuó el chabón, ¿escuchaste alguna vez “Chorra”, “El choclo”, ¿“Al mundo le falta un tornillo” o “Padrino pelao”? ¿Dónde vez tristeza en esos tangazos? No, Braulio, ¡no! El tango, como la música criolla, expresa las emociones de la gente, todas las emociones; por eso somos cantores populares. El tango es puro sentimiento. Y los sentires a veces suben y otras, bajan; pero siempre sacan a la luz el desasosiego o el enternecimiento del tipo de carne y hueso que todos los días la yuga para ganarse el pan. Y ¡vaya si los poetas, letristas que les dicen ninguneándolos, saben expresar con calidad y sencillez!

Buenísimo, Carlos, pero ahora me tengo que ir. Te dejo mi último libro, acá no hay nada de tango, pero te bato la justa: voy a escribir uno dedicado a vos, posta. ¡Chau, Zorzal!

Con su eterna sonrisa me respondió: ¡Chau, chabón! No dejés de venir a visitarme que de aquí ¡no me muevo!

Braulio Senda

Diálogos del arrabal   ISBN 978-987-46957-4-1

MENCIÓN DE HONOR NARRATIVA 2020-2021 SADE

Nicanor Paredes

 

Venga un rasgueo y ahora,
con el permiso de ustedes,
le estoy cantando, señores,
a Don Nicanor Paredes.
No lo vi rígido y muerto.
Ni siquiera lo vi enfermo.
Lo veo con paso firme
pisar su feudo, Palermo.

Jorge Luis Borges

 

Hacía mucho que no sabía nada de Floreal Ramírez y ya estaba extrañando nuestros encuentros, raros encuentros con un personaje nacido de las páginas de un libro, de mi imaginación o ¡vaya uno a saber de dónde! Pero así es la relación con mis personajes; son ellos los que mueven mi mano al escribir y después me asombro al leer lo escrito, pero no puedo cambiarlo porque ahí están ellos. Así que me dirigí al bar de los encuentros, me senté en a la misma mesa y pedí como siempre un cortado en jarrito. Como estábamos en tiempos pre electorales y la vorágine de la prensa había saturado mi mente, comencé a revolver el pocillo observando la espuma del café.

De pronto lo vi sentado frente a mí. ¡Una vez más el guapo del 900 venía a mi mesa! El mozo ya llegaba con el café y la ginebra.

¡Floreal, lo estaba extrañando!

Don Braulio. –Y se tocó el ala del chambergo; después se lo quitó y lo depositó sobre la silla vecina. Mientras revolvía su café preguntó:

¿En qué anda ahora?

En nada en especial, pero me gustaría que me contara algo sobre Nicanor Paredes. Usted dijo que lo conocía.

Es verdad. Supo ser en su tiempo el amo de la parroquia de Palermo. Con el chal sobre los hombros y el talero en la diestra imponía su autoridad. ¡En época de elecciones allá no se votaba en contra!

Mi amigo Borges, como usted lo llama, habla de una muerte y un cuchillo, pero sin dar detalles. ¿Usted sabe algo de eso?

Que usaba cuchillo, ¡por supuesto!, como todo guapo que se tuviera por tal. Lo demás son habladurías nomás; no son pa’ considerar.

Y dicen que le gustaban los burros y los naipes también.

¡Macanas! Usté sabe que Palermo era la orilla ‘e la ciudad. A él le gustaban las cuadreras y pa’ verlas había que rumbear pa’l oeste, buscando campo. Pero don Nicanor no jugaba su plata a las patas de ningún flete. Disfrutaba las carreras, alababa algún parejero, tomaba una que otra giñebra y se volvía. ¡A los naipes sí le gustaba jugar! Pero mano a mano y nunca por plata. Una vez me desafió al truco y en la segunda mano yo le grito flor y truco. Él muy tranquilo me respondió:

¡Contra flor al juego! 

Yo tenía treinta y una de mano y bravas, así que no iba a andar reculando. ¡Puede creer que me ganó con treinta y dos de copa! Era muy ligador en el truco, pero nunca jugó por plata ni por el trago. Si ganaba, convidaba y si perdía, aceptaba el convite, pero nada más.

¿Y usted anduvo mucho por Palermo en esa época?

Bastante. Andaba buscando a Correa ciego de odio por la marca en la frente. Nunca le pregunté a Paredes por él, pero un día me llamó y me dijo:

Mire Ramírez, usté ha sido bien recibido en esta parroquia, pero para mantener una buena relación, más vale que deje de preguntar por el amigo Inocencio, que en Palermo supo ganarse la amistad de todos. –y sus ojos metían miedo, ¡créame! Así fue que dejé de verlo; si el taura no andaba por ahí, tendría que buscarlo por otro lado. No me atreví siquiera a rastrear al cuchillero más mentado de Palermo, Juan Muraña, quien sin duda pudo conocer a Correa.

Quedé mirando a Ramírez mientras bebía su ginebra. Después nuestras miradas se encontraron y vi en sus ojos una cierta mansedumbre. Tomó su chambergo, como siempre le sacó una imaginaria pelusa, se lo acomodó bien requintado, se puso de pie y al darme un fuerte apretón de manos me dijo:

Sabe don Braulio que dispongo de poco tiempo para venir a verlo. Después vuelvo a la nada… ni se adónde vuelvo. Algún día le voy a pedir que me ayude a descubrir por qué me mataron. Lo que pasó con Correa ya lo entendí. ¡Hasta la vuelta!

Yo quedé parado junto a la mesa del bar contemplando alejarse ¡a mi personaje!, sintiendo en la mano la fuerza del apretón y experimentando una extraña sensación en la garganta que no lograba definir.

Braulio Senda

Diálogos del arrabal  ISBN 978-987-46957-4-1

MENCIÓN DE HONOR NARRATIVA 2020-2021 SADE