lunes, 10 de diciembre de 2012

Una ciudad peculiar


           Este cuento también nació en el Taller de Escritura de la Pluma Azul.
      Procoa es una ciudad muy peculiar, situada en la Provincia de Buenos Aires. Distante unos cinco kilómetros de la ruta, se accede a ella por un camino de doble vía bordeado de frondosos eucaliptos. El acceso desemboca en una gran explanada donde hay un despacho de combustible, un centro de atención al viajero y una playa de estacionamiento. A derecha e izquierda se abre una avenida también de doble mano que debe ser sin duda de circunvalación.
      En el Centro de Atención hablo con un joven muy amable a quien le expongo el motivo de mi visita.
      - ¡Así que, periodista, eh!
      - Así es, y lo primero que necesito es un lugar donde alojarme. ¿Dónde hay un hotel?
      - No hay hoteles en Procoa. Pero en el Centro Cívico le dirán las opciones de  alojamiento de las que podrá usted disponer.
      - ¿Y cómo llego al Centro Cívico?
      - Estacione su auto en la playa y vuelva. Después me llena una ficha y yo le entrego  un vehículo de libre circulación. El estacionamiento es gratuito.
     La ficha era virtual y la llené desde el teclado de una computadora. El vehículo que me entregaron era una bicicleta de tres ruedas -triciclo, bah- “para que lleve sus cosas comodamente”, como me dijo Marcos, el empleado que me atendió. El vehículo tiene GPS, por lo cual no podré perderme.
    Llama mucho la atención, la concepción urbanística de la ciudad. No está configurada como un damero sino que sus manzanas son hexagonales, lo que le confiere el aspecto de un panal de abejas. Las calles, por supuesto, son zigzagueantes. Es pequeña; tiene aproximadamente doscientas manzanas en su totalidad. El centro geométrico  de la ciudad es una plaza que ocupa toda la manzana. Totalmente arbolada, con una gran fuente de agua rodeando un monumento a sí misma, poblada de césped, flores y juegos para niños.
    Frente a la plaza, mirando al Este, el Palacio Municipal ocupa media manzana, en donde además de las oficinas municipales propiamente dichas, se encuentran las de todos los servicios públicos, y allí me dirigí. En la Oficina de Visitantes fui recibido muy cordialmente y me dieron a elegir entre una veintena de casas de familia donde me podía hospedar el tiempo que necesitara; lo único que se esperaba de mí era que colaborara con los gastos diarios, nada más. También me entregaron un librito con la historia de la ciudad y una credencial que me acreditaba como visitante y periodista.
    Una vez instalado, me dediqué a recorrer la ciudad sin rumbo, total, con la tecnología en bicicleta no hay manera de extraviarse. Los habitantes, de todas las edades, se desplazan por las calles arboladas en bici, monopatín, patineta, rollers o bien, caminando. Nadie parece tener apuro alguno. La vestimenta no difiere de la de cualquier ciudad provinciana, sencilla, funcional; eso sí, se usa mucho la bombacha de campo. Me llamó poderosamente la atención  que las mujeres no usaran sostén; sin importar la edad, ¡no lo usan ni lo necesitan! ¿Será que el aire de aquí es saludable al extremo de mantener permanentemente los bustos en posición de choque?
    Durante la cena, el dueño de casa me informó que habrá una Asamblea Extraordinaria de la Cooperativa y que estaba invitado a asistir en calidad de oyente. Esto me venía de maravillas para mi investigación sobre las pequeñas ciudades del interior, como saben llamarlas los porteños.
    La Asamblea se llevó a cabo en el Salón de Usos Múltiples, que colmó su capacidad. Esa noche toda la población estaba presente. Sobre el escenario, ante una sencilla mesa, se ubicaron Sol Magenta, Presidente del consejo de Administración, bajita, trigueña y la mujer más enérgica que he conocido, y el Secretario de Actas Adalberto Fervor, alto y delgado, quién imperturbable frente a su laptop se dedicó a labrar el acta sin pedir aclaraciones ni una sola vez. Sol Magenta hizo uso de la palabra agradeciendo la presencia de todos, me dio la bienvenida y solicitó a la concurrencia moción y apoyo para constituirse en Asamblea. Se alzaron varias manos y de inmediato pasó a explicar los motivos de la misma.
    - Rómulo Abe, el fundador de la cooperativa y de la ciudad, con sus 90 años a cuestas y en  plena lucidez, ha fijado la fecha de su muerte para el próximo sábado después del mate de la mañana. Hoy es martes y debemos resolver sin falta el programa de homenajes. La  Asamblea tiene la palabra.
    - Yo propongo que vaya el Consejo a tomar el último mate con Don Abe y a despedirse en nombre de todos.
     - No, no, no; somos muchos. Tienen que ir tres o cuatro nada más.
     - Entonces que vayan Doña Luz y el Dr. García Kurtz. También se puede invitar al Delegado Municipal.
     - ¡Si, sí, eso está bien!
   - Si no hay opinión en contra, se procederá de esa manera. Quiero aclarar que la mateada queda supeditada a la autorización de la familia. Don Alejandro, usted que es el mayor de los Abe, ¿qué dice?
     - Y… Doña Solcito… si usted lleva los bizcochitos de grasa, estará bien.
   - ¿Aprobado? Aprobado. Por disposición explícita de Don Rómulo no habrá velatorio; pidió ser cremado. ¿Qué más se propone?
   - Propongo que el sábado se suspendan los embarques de cereales y ganado y que  nos dediquemos a meditar todo lo que Don Rómulo hizo por nosotros. En definitiva Procoa surgió por su iniciativa y pujanza y la ciudad está próxima a cumplir cincuenta años de existencia, cincuenta años de desarrollo sustentable. Trabajando juntos sobrevivimos a la dictadura, al Plan Primavera y al corralito. ¡Y todo se lo debemos a él!
    - ¡Apoyo la propuesta!
    - ¡Y yo!
    - ¡Yo también apoyo!
    - Muy bien. Apoyo de varios. Se declara entonces el próximo sábado Día Ciudadano de Reflexión!
    - ¿Más sugerencias? Tiene la palabra Adalberto Schvartz.
    - Yo propongo que el domingo hagamos un gran almuerzo comunitario. Como Jefe de Asadores pongo a disposición de todos nuestro esfuerzo profesional para que celebremos la vida, como a él le gustaba decir…
    - No, no, no… Estoy de acuerdo con la celebración comunitaria, pero propongo que  hagamos un gran potaje de cordero y trigo, ya que la cosecha ha sido buena. Además lo podemos condimentar con las cenizas de Don Rómulo en lugar de desparramarlas por los sembrados, así nos queda algo de él a todos.
     - ¿Alguien más propone algo? ¿No? Entonces tenemos que votar. Hay dos propuestas a consideración de la Asamblea: la de Adalberto, un gran asado de novillo, y la de nuestra Jefa de Cocineras, Blanca Luz, potaje de trigo y cenizas.
    La moción que resultó aprobada casi por unanimidad fue la propuesta por Doña Blanca Luz, que por otra parte es negra como el carbón. El cura Abadón Giménez y el pastor Atila Sotomayor de común acuerdo propusieron oficiar una ceremonia en el Templo el sábado a la noche y una misa en la Iglesia el domingo a la mañana para homenajear a Don Rómulo, que aunque ateo confeso era gran amigo de ambos religioso; con el cura jugaba al truco y con el pastor al mus.
    Por supuesto que participé de todos los actos públicos. El lunes bien temprano volví a la ruta en busca de la próxima población, llevando en la notebook el abundantísimo material que pude recoger sobre Procoa y sus singulares habitantes.
    Ah, me olvidaba… el potaje estuvo riquísimo.

De mi libro "Ternas y Trilogías"     ISBN 978-987-28908-5-8