domingo, 20 de septiembre de 2020

Reseña: Los siete locos.

 Arlt, Roberto. Los siete locos. Buenos Aires, 1929.

Reseña breve por Jorge Klinger.

Escrita en 1929, ésta es una novela urbana en la que concurren el policial, la historia, la psicología y la ciencia ficción. El narrador es del tipo omnipresente y habla en tercera persona.

La obra consta de dos historias que terminan entrelazándose. La primera es la del personaje principal, Erdosain, quien estafó a su empleador y sale en busca de dinero para reponer y no terminar en prisión. En este rastreo se va relacionando con otros personajes, tan “fronterizos” como él, hasta formar una sociedad secreta al estilo de la “Orden del Gran Sello” estadounidense y contemporánea de la novela; he aquí la verosimilitud.

Como discurso narrativo, Arlt utiliza la heteroglosia de porteños de las clases sociales más bajas, quienes arman una suerte de comunidad secreta para socavar las bases del mundo que los tiene relegados a una vida miserable, para intentar crear un nuevo estado de cosas al mejor estilo de la masonería, pero recurriendo a las mismas artimañas de la sociedad oligarca y corrupta que pretenden cambiar.

Con esta obra, el autor cuestiona y critica a los dueños de la Argentina de su época a través de personajes sin rostros, ya que no describe sus características y en un caso no le da siquiera un nombre, designándolo simplemente como el Astrólogo. Todos ellos se debaten en la oscuridad de la angustia, el odio, el suicidio, etc., producto de la falta de esperanza, legado de la primera guerra mundial.

Llena de monólogos interiores y reflexiones de todo tipo donde se cuestiona el alienamiento absoluto de la sociedad, el capitalismo como invención malvada, así como la fría rigidez de la tecnología.

  La acción dura setenta y dos horas; los personajes recorren diferentes lugares de la ciudad combinándose en todo momento la realidad y la imaginación, con un lenguaje muy abundante y pleno de descripciones, reproduciendo la Argentina de los inmigrantes, que arribaron a una sociedad desigual y opresora, llegando a configurar una clase obrera industrial empobrecida.

Las introspecciones del relato ocupan algo así como las dos terceras partes de la novela, poniendo de manifiesto las contradicciones y conflictos de cada uno, muy contemporáneos por otra parte. 

Como gran contraste con la opulencia de la sociedad que no les permite integrarse, se debaten entre la aspiración de ser mejores y la imposibilidad de serlo.

En la novela no hay momentos de felicidad tales como casamientos, bailes o amor, ni siquiera sexo, como corroborando el pensamiento de Dostoievski de que “cada hombre lleva en su interior un verdugo de sí mismo”.

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