miércoles, 17 de febrero de 2021

El Morocho del Abasto

 

Cierta vez fuimos con unos amigos al Almacén de Gerli a disfrutar la representación de un grupo de narradores. Fue una hermosa reunión donde nos emocionamos y regocijamos con los cuentos en un ambiente realmente mágico. Al finalizar la velada, que fue un verdadero espectáculo, mientras los conocidos saludaban a los artistas, yo me entretuve observando la decoración de las paredes. Resultaba agradable ver colgados elementos del siglo pasado; patentes de automóviles, changuitos y carritos para bebés de época, afiches de películas antiguas, etc.

Cerca de la barra, en la pared de la derecha había una gigantografía de Carlos Gardel. Como la sonrisa del Morocho del Abasto me encanta, permanecí observándola un buen rato. De pronto me pareció que la imagen hacía un cabeceo, como invitándome a que me acercara. Con mucha curiosidad, disimuladamente me fui aproximando. Al llegar junto a la pintura, una voz a mi espalda dice:

-¡Síii! Sentate junto a Gardel que te saco una foto.

Detrás mío, cámara en mano estaba Stella Maris, así que me acomodé para la fotografía. Ni bien tomé asiento, la voz del Morocho me susurró al oído:

-¡Qué manera de chamuyar estas minas, ché! Me hicieron recordar a las rubias de Nueva York, que se la pasaban parla que te parla.

Sin voltear la cara, mirando siempre a la cámara le pregunté si las rubias eran rubias de verdad o se teñían.

Se rio con ganas y continuó hablando:  -Sí y no. En la película había cuatro rubias y una morocha argentina. Con ella tuve un fato que duró bastante. Pero las rubias eran pura pose y abanicar pestañas. Se disputaban mi compañía y una ¡hasta quería casarse!

-¡Así que casi lo pialan durante el rodaje!

-¡Epa, epa! ¡Eso estuvo demás! Yo soy bastante arisco y habilidoso para esquivar pialadas.

-Entonces ¿la canción fue para las rubias y el amor para la morocha?

-Exacto. Lo profesional por un lado y el romanticismo por otro. Si se mezclan es peligroso.

-Hablando de todo un poco, ¿cómo lograron componer un foxtrot, ustedes que son tangueros de ley?

-Chabón, ¡Buenos Aires es una ciudad musical! Acá hay de todo y se cultivan todos los géneros. La tierra no sólo dio trigo y maíz; nos brindó cientos de cantores populares, poetas, músicos y compositores, cuando los alambrados y las maquinarias los empujaron hasta los arrabales de la ciudad. Además, acá nacieron Gabino Ezeiza, José Betinotti y tantos otros payadores. La noche de Buenos Aires también fue propicia para los amantes del jazz. Yo anduve en varios tugurios de esos, por eso componer un foxtrot no nos resultó difícil. El Pepe Razzano era una luz para escribir música de oído.

¡Y yo pensé que estaba aquí, posando para una foto y hablando con El Morocho del Abasto! Como si me hubiera leído el pensamiento, él comentó:

-¡Ah, el Abasto! Allá gritaban como desaforados los changarines y en Nueva York chillaban las rubias. Cuando se reían, se reían todas juntas y parecía que estaban matando un chancho. ¡Qué me contás!

-A pesar de la mucha parla, ¿qué le pareció el espectáculo?

-Me gustó mucho esa veterana que presentaron como la mamá de un tal Apo. Cuenta lindas historias.

En ese momento Stella Maris me dice: -Parate que saco la última.

Después, mirando las tomas en la cámara, no noté ningún movimiento de mis labios ni de los del Morocho. ¿Habrá sido sólo imaginación mía?

Al dirigirnos a la salida, saludé a la pintura con la mano y El Morocho me devolvió el saludo con un cabeceo.

Braulio Senda

Diálogos del arrabal     ISBN 978 987 46957 4 1     

MENCIÓN DE HONOR NARRATIVA 2020-2021 SADE

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