domingo, 12 de diciembre de 2010

La Reunión

Es noche cerrada y la selva misionera se llena de sonidos que sólo el silencio nocturnal pone de manifiesto. Son las voces de los animales que allí viven. Y también el mismo silencio parece hablarle a la noche iluminada por las estrellas, que parecen multiplicarse al faltar “yasy” (la luna).
Contra las barrancas del Paraná, cerca de donde recibe al Iguazú, en un claro del monte, apenas arden las brasas de un fogón. Tres sombras matean mientras en voz muy baja conversan como viejos amigos. Dos indios un Guaraní y un Charrúa- y un negro de mota entrecana.
Mientras ceba mate el negro comenta: “-¡Pucha que me costó encontrarlos! ¡Cada vez es más difícil dar con ustedes, que además no son vecinos!
-“Es que los usurpadores no nos perdonan que aún existamos y no nos dobleguemos; por eso, para seguir siendo hombres libres- hay que andar siempre oculto y cambiando de lugar… y no está Don José para convocarnos…” responde el tape con un aire de fiereza al principio y un dejo de tristeza en las últimas palabras.
-Desde la traición del Pardejón(1), mi raza casi no existe. He criado a mis hijos en suelo extraño para que sobrevivan, pero los Chonik(2) se van extinguiendo poco a poco. Yo mismo vivo a monte y en permanente alerta porque aún nos buscan. No quieren dejar ni rastro de nosotros” responde el Charrúa.
“-¿Qué fue de los demás Caciques?” pregunta Andresito.
-Brown y Perú fueron prisioneros a Montevideo. Brown se escapó y murió en combate años mas tarde; a Perú lo embarcaron para Europa. Isidoro y Juan Pedro lograron escapar y rumbearon pal Norte. Polidoro y yo no fuimos a Salsipuedes(3) porque ya no confiábamos en el mandriael Pardejón y y nos fuimos pa Río Grande.
Son hombres de mucha edad pero con un pasado en común que los hermana más allá del tiempo y la distancia. Cuando hablan se miran a los ojos como afirmando la veracidad de sus palabras.
“-Andrés, ¿porqué lleva todavía la funda vacía del sable siempre con usted?”, pregunta el moreno.
-Hay cosas en la vida que no se pueden olvidar, y otras que no se deben… ¡El recordatorio de lo que debí haber hecho y no hice me acompañará mientras viva!
Hasta el monte parece ahora guardar silencio… Tras el rugido lejano de un jaguareté, el Charrúa pregunta: “¿Y mi padre cómo está; porqué nos mando buscar?”
El moreno ceba un mate y responde: “-Don José está bien de salud. Es muy guapo a pesar de los años. Pero se me hace que se está preparando para la última partida… y quiere despedirse.”
-¿Seguro que no está enfermo?
-¡Seguro que no! Todavía trabaja la tierra… pa él y pal que necesite… ¡Sí señor! ¡La gente lo quiere mucho por su buen corazón y sabiduría!
“-¡No a cualquiera mis paisanos llamarían Caraí Guasú(4) como lo llaman a él!”, comenta el misionero.
-Es verdad. Se llegan al rancho no sólo por comida; hasta los ancianos mbya-é(5) vienen por consejo. Y él parece rejuvenecer…
-¿Y Joaquín vive todavía?
“-¡La pucha si vivirá! Cuando nos visita Ledezma, salimos a cabalgar los cuatro y el negro canta que canta. Le canta al cielo, al monte, al bicherío y a la gente. ¡Canta y canta el negro!”, responde el moreno con una sonrisa y agrega: “Esos son los momentos que más parece disfrutar.”
-¿Y porqué piensa que se está preparando para partir?
-Por cosas que he ido observando…
-¿Qué cosas?, si se puede saber…
El moreno deja el mate, apoya las manos sobre sus rodillas y muy lentamente responde: “-Cuando murió José María, se volvió parco de palabras… Después que lo visitó aquel General manco(6), pasaba mucho tiempo mirando el horizonte como sin ver; ¡vaya uno a saber de lo que hablaron! Cuando lo fue a ver el Presidente Máximo, le regaló una bandera del nuevo paisito. Desde entonces cada noche, antes de dormir, la extiende sobre la cama y la mira largo rato sin hablar… después la dobla con delicadeza y la vuelve a guardar. Y además, ya no toca la guitarra…”
-Y… tiene sus años el Tata!

Noche… crepitar de brasas… serenata de grillos… Una sonrisa ilumina el rostro del moreno, que dice: “-¡No se imaginan quien se apareció hace como dos años y le dio una alegría de aquellas!
-¿Quién pudo haber sido?
El negro hace una pausa larga y sigue diciendo: “-Resulta que una noche el Charrúa el perro de Don José- se había puesto nervioso y salía al patio gruñendo pero volvía como desconcertado! La tercera vez salimos al patio con un farol y el perro señalaba pal lado del maizal. Entonces Don José preguntó ¿Quién anda ahí? Y una voz gruesa respondió Chasque la Patria pué! Al reconocer la voz se sonrió, bajó el farol y contestó “Vengasé Francisco que la cena está pronta.”
Los indios se miran asombrados y casi al unísono preguntan: “¿Francisco de los Santos?”
-El mismo, sí señor! Antes se había llegado hasta Asunción hace como veinte años- con la noticia que habían soltado a Fray José y que usted estaba muy grave.
-¡Sí que lo estuve! Creí que moriría en la Isla. Los guardias me decían entre risas “-Artiguinhas, Você vai morrer sozinho sozinho…”(Artiguitas, usted se va morir solito solito)
-¿Y qué fue de la vida del Francisco?
-Lo acompañó a Don Juan Antonio en sus patriadas hasta quen el 47, en la Vuelta de Obligado lo dieron por finado. Es que cuando los gringos desembarcaron, los atropelló a los gritos a bola y lanza; le metieron cuatro tiros en el cuero y el Paraná se lo llevó, como protegiéndolo. Lo cierto es que lo recogieron aguas abajo, le curaron las heridas y lo alimentaron hasta que estuvo fuerte, pero ni bien pudo montar se vino a contarle a su viejo jefe lo que había pasado con los invasores… talvez a despedirse también
Faltan unas horas para que puedan cruzar el río con algo de luz y se reparten las vigilias hasta el amanecer.
Con las primeras luces y antes que la bruma desaparezcan, echan al agua el bote escondido en la rinconada con el Urugua-í, se acomodan y comienzan a bogar hacia la otra orilla. El negro, con el torso desnudo y la piel brillante de transpiración maneja los remos con firmeza; esquivando los remolinos del bravo río que bajan buscando el mar, poco a poco va arrimando el bote a la costa paraguaya mientras los indios vigilan las orillas con atención. Después de una hora de lucha contra la correntada logran desembarcar en un remanso donde ocultan el bote y comienzan la travesía a pié. El camino es largo y no se sabe quien es amigo o no, por lo que viajan por la selva evitando los caminos.

Comienza a anochecer en la Villa de Curuguaty… el Charrúa se echa en la puerta del rancho con las orejas enhiestas y recorre la heredad con la vista… de pronto, con un gruñido se afirma en las cuatro patas en posición de alerta. El negro Joaquín se asoma y sigue la mirada del perro, que ya se agazapa con el lomo erizado. Por entre el mandiocal aparecen tres figuras y un silbido sosiega al animal. Sonríe el moreno y le dice: “-Son ellos Charrúa.”  Luego gira el rostro hacia dentro del rancho y vuelve a hablar:
-¡José, tenemos visitas!
El encuentro es en el patio y a la tenue luz de la luna que comienza a crecer… se abrazan los morenos… los indios y el anciano de pelo blanco que viste poncho y alpargatas- se miran en silencio, mientras el Charrúa los olfatea uno a uno moviendo la cola sin cesar. Finalmente el misionero se cuadra saludando al Jefe, quién suelta su bastón y abriendo los brazos exclama:
-¡Andresito, mi fiel Capitán!
Manuel y Don José usan el saludo ceremonial Charrúa: se estrechan las manos arriba, abajo y luego se palmean el hombro, tras lo cuál se funden en un largo abrazo...
Los hombres se sientan en derredor de la mesa y el perro vuelve a echarse en la puerta, como cerrando la entrada. La sobremesa se prolonga hasta después de la medianoche; ¡es que hay tanto para recordar y tanto para contarle al anciano exiliado! ¡Tantas cosas han cambiado y no precisamente para bien del pobrerío!
Días después, con las primeras luces del amanecer, el patio es escenario de la despedida… las últimas palabras del anciano jefe son: “¡Mantengan vivo el espíritu de la Libertad en el corazón de nuestros hermanos, porque sin él, la causa de los pueblos pierde su razón de ser!”

El trío se pierde en la espesura al trote. El anciano permanece de pié con la vista fija por donde se fueron. El perro sentado a su lado, lo mira y luego sigue la dirección de su mirada… una y otra vez, hasta que con un quejido frota su hocico contra la pierna del amo. Entonces el anciano, como despertando de un sueño, sacude la cabeza y palmeando al Charrúa se da vuelta y dice en voz alta:
-Joaquín, largue el mate y vamos a carpir y a regar la huerta antes que el sol pegue fuerte…

1- Pardejón: Apodo que Rosas le puso a Rivera y que hace referencia a sus muchas mañas y mentiras.
2- Chonik: Nombre que se daban a sí mismo los Charrúa.
3- Salsipuedes: Lugar donde el Presidente Rivera masacró a sus otrora compañeros de armas los Charrúa.
4- Caraí Guasú: Gran Cacique en lengua Guaraní.
5- Mbya-é: Tribu Guaraní.
6- Alusión al General Paz.

De mi libro Cuentos con Historia.     ISBN 978-987-33-0843-7

1 comentario:

  1. Estimado amigo;
    En un rato libre, leí este magnífico cuento que te aseguro me hizo asomar alguna lágrima, además de excelente es notable el tomar esta temática tan, pero tan nuestra.
    Recibe mis felicitaciones y admiración por estso trabajos.
    Ruben Galusso

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