martes, 8 de mayo de 2018

El explorador

     Cruzar un puente de Einstein-Rosen no resulta sencillo como muchos se imaginarán. A pesar del traje especial diseñado para absorber los efectos de la brusca aceleración en un instante, seguida casi inmediatamente por la no menos brusca des aceleración, el organismo se resiente. Se tiene la sensación de fragmentarse en mil pedazos y volver a armarse. El corazón y los pulmones tardan algunos minutos en recuperar su ritmo normal. La vista sufre, aunque esté debidamente protegida, ya que el comienzo del salto es como hundirse en una negrura infinita, y el final resulta en la invasión de una claridad cegadora. El cerebro demora unos cuantos segundos en recuperar sus funciones plenas, por lo que los reflejos son lentos. Esto supone un gran peligro, puesto que el punto de reinserción puede encontrarse ocupado por algún objeto, celeste o no, con el consiguiente peligro de colisión.
     La operación resultó exitosa y me encuentro cerca del planeta Marte del Sistema Solar. Establezco las coordenadas de aproximación para entrar en órbita y grabo las novedades, ya que al cruzar el puente se pierden las comunicaciones con la Base.
     Explorador a ExoTerraUno. Año 2974, Siglo XXX de la Era Terrestre. El salto se         realizó sin contratiempos. Ingresé al sistema conforme a lo esperado. Me repuse en pocos segundos. Estoy próximo a entrar en órbita marciana y sin novedades. Todos los instrumentos funcionan correctamente.

     Mientras me aproximo al planeta rojo, para terminar de relajar mis músculos repaso en la biblioteca holográfica de a bordo la historia de los terrícolas y su búsqueda de nuevos mundos. Selecciono un tomo y pienso: “¡Qué especie guerrera eran nuestros ancestros! ¡Tan diferentes a nosotros, los Exoterráneos y sin embargo de ellos descendemos! Siglo XX Terrestre, cuatro grandes guerras con noventa millones de muertos y a pesar de eso a fines del siglo continuaba la llamada ‘Explosión Demográfica’ ¡con una población mundial de más de seis mil millones de personas! En esa época descubrieron nuestro planeta al que llamaron por las siglas de ‘Objeto de Interés Kepler 268’”.
     Ya estoy en órbita marciana. Preparo los sensores de análisis y establezco coordenadas para iniciar aproximación. El objetivo es penetrar en la ionósfera de Marte e inspeccionar el hemisferio norte.
     Explorador a ExoTerraUno: Las bases terrícolas en Marte se mantienen en pie, semicubiertas por el polvo; en estos momentos se registra un viento de 120 km/h. El Monte Olimpo no muestra signos de actividad. 

     Dejo atrás el planeta Marte y me dirijo a la Tierra. Viajo a un treinta por ciento de la velocidad de la luz, algo imposible en el siglo XX, pero que nuestra tecnología hizo posible. ¡No comprendo por qué explorar el planeta de nuestros antepasados si ya estamos abocados a la colonización de otros mundos habitables más allá del Sistema Solar! Me asombra el azul profundo de la nueva atmósfera terrestre.
     Los terrícolas tuvieron que abandonar su hogar debido a su espíritu de autodestrucción, que terminó por hacer imposible la vida allí. Continúo leyendo la historia, y no logro asimilar sus contradicciones: en un lugar llamado Norteamérica había granjas de mil cuatrocientas hectáreas; mientras que en otro lugar, llamado África subsahariana, un granjero apenas subsistía con su parcela de menos de dos hectáreas; ¡superabundancia de alimento en un lugar y hambre en el otro! Como sostenía el pensador Veblen, a principios del siglo XX, nuestros ancestros no lograron superar la fase depredadora del desarrollo humano sino cuando tuvieron que abandonar su planeta y emigrar en busca de un nuevo hogar.
     Orbito ahora el satélite Luna. Informo que las plataformas de lanzamiento, después de casi trescientos años terrestres continúan en pie. ¡Pensar que desde aquí impulsaron los primeros cargueros a Marte de navegación a vela solar mediante rayos láser! No puedo comprender cómo se dedicaron a las guerras de conquista durante veinticinco siglos. A partir del siglo XX, los adelantos tecnológicos se desarrollaron en forma vertiginosa, pero sus bondades se distribuyeron en el mundo de forma muy despareja. A pesar de los argumentos de los científicos, las guerras y la explosión demográfica continuaron sin cesar, así como la contaminación del planeta y la sobreexplotación indiscriminada de los recursos naturales. Cuando los poderosos depusieron su actitud, ya era tarde; el planeta había iniciado un ciclo de depuración que apenas les dio tiempo para poner en marcha el éxodo hacia nuevos mundos.
     Explorador a ExoTerraUno: Navego por la atmósfera terrestre a velocidad subsónica circunvalando el planeta. El ochenta por ciento de la superficie está ocupada por agua; las tierras emergentes son cinco grandes islas con abundante vegetación, muy diferentes a los viejos registros.  Presenta  también dos inmensos casquetes polares. 

     Desciendo lo necesario para activar los sensores termo gráficos. Al sobrevolar la zona subtropical de una de las islas, la sorpresa: ¡detecto una gran actividad! Desciendo a diez mil metros de altura y las señales térmicas comienzan a moverse en sincronía formando círculos concéntricos. De pronto ¡desaparecen simultáneamente! ¡Sin dudas se trata de vida inteligente! La orden es no establecer contacto. Elevo la nave y me dirijo a explorar los otros continentes. En todos se aprecia lo mismo. ¡Los terrícolas sobrevivieron a la depuración de la naturaleza y parecen haberse adaptado! ¿Habrá evolucionado su mentalidad o continuarán siendo depredadores de su hábitat?
     Explorador a ExoTerraUno: Emprendo el regreso al puente de Einstein-Rosen. Hay evidencia de presencia de vida inteligente tecnológicamente evolucionada.

     El instrumental científico de ExoTerraUno detectó una gran explosión que tuvo lugar a diez mil metros de altura sobre el Trópico de Sagitario en el planeta Tierra a mediados del año terrestre 2974.

Encuentros de café  ISBN 978-987-28908-6-5

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