Diálogos del arrabal es un libro que contribuye al enriquecimiento y valoración de una jerga: el lunfardo que ha ido adquiriendo categoría estética en obra de letristas de tangos y en poemas o cuentos de prestigiosos escritores, como Jorge L. Borges, y se ha ido expandiendo fuera de los límites rioplatenses. Su autor, Braulio Senda ha diseñado una estructura bipartita subtitulada Malevos y Gardel. Inicia su escritura con una intertextualización de su anterior libro Cuentos con historia, del que toma un personaje, Floreal Ramírez, que busca a su contrincante, Inocencio Correa, luego de una pelea a cuchillo que no definió al vencedor. Floreal Ramírez, luego de una insólita e insistente llamada telefónica al autor, le propone un encuentro para contarle lo ocurrido con él mismo y con los malevos de su tiempo, algunos de ellos mentados por Borges. En efecto, los epígrafes de Borges dan cuenta de la presencia o desaparición en el tiempo de algunos de estos personajes suburbanos. Es así como Braulio Senda completa lo acontecido con ellos pero a través de la voz de su interlocutor procedente de un pasado remoto, invisible para todos, menos para el autor. En efecto, a través de una inserción dialogal en la narración y, obviamente, la consecuente intertextualización que los epígrafes señalan, nos enteramos de lo acontecido a Jacinto Chiclana, a Manuel Flores, a Don Nicanor Paredes, al apodado El títere “que hace laburar a mujeres”, al chileno Saverio Suárez a quien “lo cosieron a puñaladas” y al Malevo de Fierro cuya historia tiene un epígrafe de María Luisa Carnelli.
Hay una breve introducción de Braulio Senda en la que da cuenta de los motivos de la elección de sus personajes: una tácita admiración a la búsqueda de fama y prestigio, el cuidado de una presencia, que luego se describirá en la vestimenta, la capacidad de seducción y habilidad como bailarines o guitarristas.
El libro incluye el recurso metaficcional de la literatura de hoy. El autor habla de sí mismo y de su proceso de escritura, se incluye como personaje e incluye como personaje testigo a Stella Maris, que va tomando fotos en que no quedan indicios de la interlocución de Braulio con Floreal, pero sí de la simpatía demostrada por Gardel hacia ella, en la segunda parte del libro, bajo el subtítulo Gardel.
Gardel es el referente de esta parte de la obra de Braulio Senda, el motivo son los lugares en que se exhiben estatuas, el busto, gigantografías, retratos, fotos del cantante, compositor de tangos, cultor del tango canción y el máximo exponente del género musical que tuvo en su voz y su presencia carismática la mayor difusión en el mundo de la canción popular de un momento histórico. Braulio Senda describe esos lugares que son precisamente los que guardan la huella en nuestro país y el Uruguay de El Mago, el Zorzal Criollo, el Mudo, el Morocho del Abasto, el Rey del tango, Carlitos, Troesma, apelativos que el autor aplica a distintos momentos de su encuentro imaginario y supuesto diálogo con su interlocutor que va contando fragmentos de una vida, hasta hoy enigmática, pero que el escritor da a conocer sin entrar en detalles conflictivos para los historiadores. Es así como se explicitan los datos principales de una biografía aceptada aunque no del todo comprobada, razón por la que el escritor apela a estrategias evasivas, como el lugar de nacimiento, los padres y las sucesivas residencias de su personaje. Lo principal es que reivindica el reconocimiento de Gardel en este país, su éxito en Europa y la memoria viva de los barrios porteños y ciudades rioplatenses por donde transitó. Hay una frase indiscutida: “Cada día canta mejor” que el autor destaca en su libro, como del mismo modo, la amistad y el dúo artístico con José Razzano,
El título del libro se justifica también en esta parte, ya que las pendencias y provocaciones entre malevos diestros en pelear con cuchillos se convirtieron en motivos de sainetes suburbanos y tangos con tipos sociales de los suburbios rioplatenses en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Por otra parte, hay un adecuado manejo del lunfardo, jerga del habla subestándar popular de los criollos descendientes de los gauchos que vivieron en los arrabales convirtiéndose en los “guapos” cuchilleros y en los “compadritos” bailarines de milonga y tango, guitarristas y proxenetas que Borges recuerda en su poema “Los compadritos muertos”.
Es este un libro que indudablemente, tendrá muy buena recepción por los lectores y que se cierra con un poema del autor.
Lic. Bertha Bilbao Richter
Vicepresidenta del Instituto Literario y Cultural Hispánico (ILCH)
Miembro de Número de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina