Eucaliptus añoso y
seco,
¡cuántas veces a tu
lado pasé!
¡Cuántas noches de
luna, serenas,
tu oscura silueta al
andar divisé!
Aún cuando el
cielo no estaba estrellado,
y te vestías con manto
de brava tormenta,
desde lejos veía tu
enhiesta figura
de pié, cual si
fueras un viejo profeta.
Desde entonces fuimos
amigos.
Al pasar –tarde o
noche- te hablaba
y tu voz era el silbo
del viento
en tu tronco, que me
contestaba.
Pero un día al llegar
ya no estabas
de pie, orgulloso,
señalando el cielo.
Y vi la grandeza de
tu cuerpo seco
allí, abatido, cual
bravo guerrero.
El filo del hacha
vibraba al golpearte.
Sé que en silencio
sufrimos los dos.
Y escuché el eco de
tu voz nudosa:
repitiendo -¡¡¡Adiós…
amigo… adiós!!!
"Encuentros de café" ISBN 978 987 28908-6-5
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