Procoa
es una ciudad muy peculiar. Distante unos cinco kilómetros de la ruta 2, poco
antes de Chascomús, se accede a ella por un camino de doble vía bordeado de
frondosos eucaliptos. El acceso desemboca en una gran explanada donde hay un
despacho de combustible, un centro de atención al viajero y una playa de
estacionamiento. A derecha e izquierda se abre una avenida también de doble
mano que debe ser sin duda de circunvalación.
En
el Centro de Atención hablo con un joven muy amable a quien le expongo el
motivo de mi visita.
-¡Así
que, periodista, eh!
-Así es, y lo primero
que necesito es un lugar donde alojarme. ¿Dónde hay un hotel?
-No hay hoteles en
Procoa. Pero en el Centro Cívico le dirán las opciones de alojamiento de las
que podrá usted disponer.
-¿Y cómo llego al
Centro Cívico?
-Estacione su auto en
la playa y vuelva. Después me llena una ficha y yo le entrego un vehículo de
libre circulación. El estacionamiento es gratuito.
La ficha era virtual
y la llené desde el teclado de una computadora. El vehículo que me entregaron
era una bicicleta de tres ruedas -triciclo, bah- “para que lleve sus cosas
comodamente”, como me dijo Marcos, el empleado que me atendió. El vehículo
tiene GPS, por lo cual no podré perderme.
Llama mucho la atención, la concepción urbanística
de la ciudad. No está configurada como un damero sino que sus manzanas son
hexagonales, lo que le confiere el aspecto de un panal de abejas. Las calles,
por supuesto, son zigzagueantes. Es pequeña; tiene aproximadamente doscientas
manzanas en su totalidad. El centro geométrico de la ciudad es una plaza
que ocupa toda la manzana. Totalmente arbolada, con una gran fuente de agua
rodeando un monumento a sí misma, poblada de césped, flores y juegos para
niños.
Frente a la plaza, mirando al Este, el
Palacio Municipal ocupa media manzana, en donde además de las oficinas
municipales propiamente dichas, se encuentran las de todos los servicios
públicos, y allí me dirigí. En la Oficina de Visitantes fui recibido muy
cordialmente y me dieron a elegir entre una veintena de casas de familia donde
me podía hospedar el tiempo que necesitara; lo único que se esperaba de mí era
que colaborara con los gastos diarios, nada más. También me entregaron un librito
con la historia de la ciudad y una credencial que me acreditaba como visitante
y periodista.
Una vez instalado, me dediqué a
recorrer la ciudad sin rumbo, total, con la tecnología en bicicleta no hay
manera de extraviarse. Los habitantes, de todas las edades, se desplazan por
las calles arboladas en bici, monopatín, patineta, rollers o bien, caminando.
Nadie parece tener apuro alguno. La vestimenta no difiere de la de cualquier
ciudad provinciana, sencilla, funcional; eso sí, se usa mucho la bombacha de
campo. Me llamó poderosamente la atención
que las mujeres no usaran sostén; sin importar la edad, ¡no lo usan ni
lo necesitan! ¿Será que el aire de aquí es saludable al extremo de mantener
permanentemente los bustos en posición de choque?
Durante la cena, el dueño de casa me
informó que habrá una Asamblea Extraordinaria de la Cooperativa y que estaba
invitado a asistir en calidad de oyente. Esto me venía de maravillas para mi
investigación sobre las pequeñas ciudades del interior, como saben llamarlas los
porteños.
La Asamblea se llevó a cabo en el
Salón de Usos Múltiples, que colmó su capacidad. Esa noche toda la población
estaba presente. Sobre el escenario, ante una sencilla mesa, se ubicaron Sol
Magenta, Presidente del consejo de Administración, bajita, trigueña y la
mujer más enérgica que he conocido, y el Secretario de Actas Adalberto Fervor,
alto y delgado, quién imperturbable frente a su laptop se dedicó a labrar el
acta sin pedir aclaraciones ni una sola vez. Sol Magenta hizo uso de la palabra
agradeciendo la presencia de todos, me dio la bienvenida y solicitó a la
concurrencia moción y apoyo para constituirse en Asamblea. Se alzaron varias
manos y de inmediato pasó a explicar los motivos de la misma.
-Rómulo Abe, el
fundador de la cooperativa y de la ciudad, con sus 90 años a cuestas y en plena
lucidez, ha fijado la fecha de su muerte para el próximo sábado después del
mate de la mañana. Hoy es martes y debemos resolver sin falta el programa de
homenajes. La Asamblea tiene la palabra.
-Yo propongo que vaya
el Consejo a tomar el último mate con Don Abe y a despedirse en nombre de
todos.
-No, no, no; somos
muchos. Tienen que ir tres o cuatro nada más.
-Entonces que vayan
Doña Luz y el Dr. García Kurtz. También se puede invitar al Delegado Municipal.
-¡Si, sí, eso está
bien!
-Si no hay opinión en
contra, se procederá de esa manera. Quiero aclarar que la mateada queda
supeditada a la autorización de la familia. Don Alejandro, usted que es el
mayor de los Abe, ¿qué dice?
-Y… Doña Solcito… si
usted lleva los bizcochitos de grasa, estará bién.
-¿Aprobado? Aprobado.
Por disposición explícita de Don Rómulo no habrá velatorio; pidió ser cremado.
¿Qué más se propone?
-Propongo que el
sábado se suspendan los embarques de cereales y ganado y que nos dediquemos a
meditar todo lo que Don Rómulo hizo por nosotros. En definitiva Procoa surgió
por su iniciativa y pujanza y la ciudad está próxima a cumplir cincuenta años
de existencia, cincuenta años de desarrollo sustentable. Trabajando juntos
sobrevivimos a la dictadura, al Plan
Primavera y al corralito. ¡Y todo se lo debemos a él!
-¡Apoyo la propuesta!
-¡Y yo!
-¡Yo también apoyo!
-Muy bien. Apoyo de
varios. Se declara entonces el próximo sábado Día Ciudadano de Reflexión!
-¿Más sugerencias?
Tiene la palabra Adalberto Schvartz.
-Yo propongo que el
domingo hagamos un gran almuerzo comunitario. Como Jefe de Asadores pongo a
disposición de todos nuestro esfuerzo profesional para que celebremos la vida, como a él le gustaba decir…
-No, no, no… Estoy de
acuerdo con la celebración comunitaria, pero propongo que hagamos un gran potaje de cordero y trigo, ya
que la cosecha ha sido buena. Además
lo podemos condimentar con las cenizas
de Don Rómulo en lugar de desparramarlas por los sembrados, así nos queda algo
de él a todos.
-¿Alguien más propone
algo? ¿No? Entonces tenemos que votar. Hay dos propuestas a consideración de la Asamblea: la
de Adalberto, un gran asado de novillo, y la de nuestra Jefa de Cocineras, Blanca Luz, potaje de trigo y
cenizas.
La moción que resultó
aprobada casi por unanimidad fue la propuesta por Doña Blanca Luz, que por otra
parte es negra como el carbón. El cura Abadón Giménez y el pastor Atila
Sotomayor de común acuerdo propusieron oficiar una ceremonia en el Templo el
sábado a la noche y una misa en la Iglesia el domingo a la mañana para
homenajear a Don Rómulo, que aunque ateo confeso era gran amigo de ambos
religioso; con el cura jugaba al truco y con el pastor al mus.
Por supuesto que
participé de todos los actos públicos. El lunes bien temprano volví a la ruta
en busca de la próxima población, llevando en la notebook el abundantísimo
material que pude recoger sobre Procoa y sus singulares habitantes.
Ah, me olvidaba… el
potaje estuvo riquísimo.