Días de sol en el conurbano
bonaerense. Los Aromos engalanan las
aceras con sus últimos racimos de flores amarillas, fragantes, delicia de las
abejas. El ciruelo del fondo estalló en flores rosadas. La gramilla semillada,
hace del jardín un lugar de encuentro para Jilgueros, Chingolos y Gorriones. Entre el cañaveral de
adorno, que se está convirtiendo en una plaga, un casal de Tacuaritas entran y
salen a cada rato; creo que están construyendo su nido. El clima por demás
agradable me lleva a matear mientras riego el jardín
-¡Buenos días Doña Matilde!
¡Hermosa mañana! ¿No?
-Mmmm… ¡La pucha que son largas las
cuadras hasta el mercado! ¡Y los años que me pesan cada vez más! No sé qué hago
con semejante bolsa, si la plata nunca alcanza… ¿Y eso? ¿Una rosa tirada? No es
de jardín; debió costarle unos cuantos pesos al tonto que la compró. ¡Qué digo
tonto! ¡Dos veces tonto! Una por gastar la plata en una flor y otra por
perderla… ¡Hay que ser, eh! ¡Y pensar que a mí sólo me alcanza para unos
fideos, yerba y azúcar!
-¡Que disfrute usted este día, regalo de la vida!
Ni bien el sol se deja ver, la mañana se torna dulcemente
sonora. Los Benteveos se llaman unos a otros. El Zorzal atrajo con sus trinos
al sol, pero sigue engalanando el día con su hermosa melodía. El Hornero llama
con a su compañera una y otra vez, hasta que ella se suma al canto para ejecutar su dueto; entonces, es hora de
preparar el adobe. ¡Qué hermoso es tener esta cantidad de aves en derredor!
Claro, no hay torres en el barrio y las casas que no tienen jardín, tienen fondo y según mi amigo
Rubén, los gatos de hoy son mascotas y comen alimento balanceado; pero según
Juan, los pájaros no son tontos: saben que en la ciudad están a salvo del
glifosato
Llega hasta mí la fragancia del
Jazmín Japonés de mi vecino de enfrente. ¡Qué cosa, pienso! Ni bien el sol
comienza a entibiar, las jóvenes bellezas lucen los escotes guardados por el
frío, los brazos sin la protección de incómodas mangas y las uñas de los pies
pintadas. Bueno… las no tan jóvenes también, a excepción de la “Reina del Limón
Agrio”, mi vecina Matilde.
-Mmmm… A lo mejor la compró para
hacer un regalo. Un regalo amoroso… ¡Qué estupidez el romanticismo! Como si
sirviera para algo… Tal vez fue un ricachón de ésos que siempre hay y se le
cayó. ¡Bien hecho! ¡Ahí se va tu platita, rodando entre bolsas y suciedad!
¡Pero qué me importa a mí una flor! Me estoy volviendo una vieja boba me
parece… ¡Huy, ese carro la va a pisar! La pisó. Ahí se fue tu platita, ¡tonto!
Me la hubieras dado a mí, que tanta falta me hace. Jajá, tu regalo quedó
estampado en la calle. ¡No se salvó ni un miserable pétalo! ¿Me alcanzará la
plata para un poco de aceite y harina? Azúcar me queda un poco todavía y puedo
comprar los fideos más baratos que encuentre. Yerba, sí, tengo que comprar. A
lo mejor me alcanza…