El
tipo llega a su casa después de casi 12 horas de ausencia; es que la vida del
laburante es así: ocho o nueve horas en el yugo y tres horas como mínimo de
traslado, ida y vuelta. Llega justo a la hora del mate de la tarde. La mujer lo
espera con la mesa preparada, la pava con el agua caliente y los bizcochitos
caseros que tanto le gustan. Los chicos aún no regresaron. Beso, pantuflas y
las novedades domésticas del día. Que Rodolfo quiere largar el estudio y
ponerse a trabajar; que Carolina anda medio de novia y bajó las notas en el
colegio; que vas a tener que hablar con ellos porque a mí ya no me prestan
atención.
-¿Y qué les voy a decir que ya no les hayas dicho?
¡Que se pongan las pilas y terminen de estudiar de una buena vez, que para eso
me rompo bien el orto todos los días!
-¡Viejo, qué te pasa! ¡Estás muy nervioso! ¡Mirá que
se te puede disparar la presión!
-¡Nada!
¡Nada! ¿Qué me va a pasar? ¡Lo mismo de siempre…!
-¿Más
despidos? ¡Ay no, viejo, no me asustes!
-¡No, más no! ¡Son los mismos de la otra vez que no
aceptan el despido y están todos los días en la puerta repartiendo panfletos y
tocando el bombo! ¡Me tienen podrido!
-¡No te
pongas así! ¡Aflojá un poco, che! Si te hubiera tocado a vos, también estarías
ahí.
¡Nooo; ni en pedo! Yo agarro la guita y me las tomo.
Si te quedás haciendo quilombo, no te llaman nunca más.
-¡No te sulfures, viejo! Tomate este matecito. ¿Querés
que le ponga una cascarita de naranja?
-No, dejá; está bien así. ¿Sabés qué pasa? ¡Que si no
se dejan de joder, no vamos a tener horas extras! ¿Qué carajo se creen? ¡Si ya
están despedidos!
-Bueno,
cambiando de tema, ¿vas a hablar con Rodolfito?
-¡Qué Rodolfito ni ocho cuartos! ¡Ro-dol-fo! Con el
lomo que tiene no está para Rodolfito.
-Bueno,
está bien, pero ¿le vas a hablar?
-Si, si, le voy a hablar. Decile que el fin de semana
no haga planes que me tiene que ayudar con el muro del fondo. Ahí agarro y le
hablo.
-¡Dale!
Yo voy a tratar de hablar con Caro. Es muy chica para andar de novia, ¿no te
parece?
-Mirá… ¡no le aflojés! Las pendejas de ahora son
bastante rápidas y si se calientan, cualquier gil les hace el cuento del hijo…
-¡Ay,
papi! ¡No hablés así! La nena no es una calentona, ¡no señor!
-Bueno, por las dudas entonces… ¿Podés arreglar un
poco el mate? ¡Parece una sopa de yerba!
Y
continúa la rutina cotidiana. Cenan medio tempranón porque él se tiene que
levantar a las cuatro de la mañana. ¡A las cuatro! ¡Pensar que ésa es la hora
en que el cuerpo se relaja y descansa! Pero el laburante tiene que madrugar
para no llegar tarde al trabajo. Porque si se llega tarde, chau premio de
asistencia; y si se repite, ¡hay que poner cara de víctima cuando de Personal
te llama para decirte una sarta de gansadas!
Después de la cena, una hora mirando boludeces
en la tele “para distraerse”, y a la cama. El tipo se duerme pensando. “¡Ya va
a ver Rodolfo; va a tener que picar cascotes toda la mañana mientras me
escucha!” “¿Y los plomos de la fábrica, hasta cuándo seguirán molestando en la
puerta? ¿Y si vienen los zurdos a solidarizarse? ¡Ahí sí que se pudre todo!”
“¡Que Carolina no haga ninguna cagada, por Dios!”
Así
pasan los fríos días de invierno, densos, monótonos, hasta que una tarde el
tipo llega contento a su casa. Contento porque los despedidos optaron por ceder
en sus reclamos callejeros, dejaron de alborotar en la entrada de la fábrica y
dirigieron sus esfuerzos al ámbito legal.
-¡Hola
viejo, que carita de felicidad! ¿Qué te pasó?
-¡Se terminó el despelote de los despedidos! Ahora
todo vuelve a ser tranqui. Hacé unos
mates con cascarita de naranja mientras me cambio, ¿sí? Mirá, compre facturas.
Y
los días fríos y monótonos continuaron sin sorpresas. Rodolfo recapacitó y
decidió continuar con sus estudios, debido a la picada de cascotes, a la
perorata del padre, o quizás por ambas. Carolina se muestra más aplicada en el
colegio, y eso trae tranquilidad a la familia.
El
último día del mes de Agosto, la mujer lo recibe con cara de preocupación.
-¡Hola,
viejo! ¿Todo bien en el trabajo?
-Todo
bien, ¿por qué?
-¡A las
tres de la tarde te llegó este telegrama!
Le
extiende el telegrama sin abrir, con cara de preocupación. El tipo abre el
telegrama y lo lee con ansiedad. Su rostro se va tornando pálido mientras
recorre las palabras.
“Por restructuración de personal cesa en
el día de la fecha su relación laboral con la Empresa Stop Haberes a su
disposición a partir del cuarto día hábil del mes de Setiembre del corriente
año Stop”
BRAUSE Ediciones ISBN 978-987-28908-2-7