lunes, 19 de septiembre de 2011

Ella y El

La pareja en la cama disfruta del placer de una noche de amor. Se miman, se besan, recorren sus cuerpos desnudos con mil caricias. Ella se quita la chalina de seda, le venda los ojos a su hombre y lo hace recostar sobre su espalda. Sus labios comienzan a recorrer beso a beso el rostro amado, su cuello, su pecho, descendiendo hasta su vientre.
El percibe la nariz de Ella sobre su pubis…Entonces, los fantasmas del pasado vuelven a instalarse en su mente y las imágenes que creía olvidadas. Se apoderan de él. Vuelve a sentirse estaqueado en el elástico de hierro con los ojos vendados y en plena sesión de tortura. Se arquea como cuando la picana se ensañaba con su cuerpo… un jadeo de agonía escapa de sus labios mientras sus manos estrujan las sábanas con desesperación.
La voz de su compañera le llega como de muy lejos mientras le quita la chalina de los ojos.
- ¿Qué te pasa mi amor?
Sus ojos desorbitados tratan de enfocar el rostro de Ella, que denota preocupación. En milésimas de segundo se pregunta si debe o no contarle su pasado y decide no hacerlo para no asustarla. Con una mano le acaricia las mejillas y le acomoda el cabello, mientras la otra suavemente se apoya en esos labios donde sabe beber el néctar del amor pidiéndole silencio.
- No es nada mi cielo, ya pasó. Creo que al no poder mirarte me      descompuse.
- Perdoname mi amor, no quise…
- Shhh… no digas nada. Sigamos sin la chalina.

Sábado a la tarde. La invitación para ducharse antes de una “siestita” resultó por demás tentadora. Ella y El bajo la ducha de agua caliente. La sangre circula con toda su potencia. La belleza de los cuerpos desnudos embriaga los sentidos. Ella y El enjabonándose, acariciándose, besándose con pasión, llevan la mutua excitación casi al clímax. Entonces Ella sale de la bañera y susurra: “Te espero en la camita…”
Mientras El disfruta del agua caliente cayendo sobre su cuello, una manito pícara se mete por detrás de la cortina y abre toda la canilla del agua fría. El golpe destemplado sobre sus hombros y espalda lo lleva nuevamente al pasado. No es el agua de la ducha lo que siente sino el chorro de agua a presión saliendo de la manguera de tortura que lo empuja contra la pared y lo hace caer de rodillas. Un gruñido con la boca apretada es todo lo que exclama mientras sus músculos se tensan para contrarrestar el ímpetu del chorro de agua hoy inexistente pero que su mente revive en toda su magnitud.
Ella cierra el grifo apresuradamente, descorre la cortina y se arrodilla a su lado abrazándolo.
- ¡Uy! ¿Fue muy pesada la broma? No fue mi intención…
- Shhh; no pasó nada, tesoro… es que me resbalé al querer zafar del agua fría.
- Vení, vení que yo te seco.
- No hay nada que unos mimos tuyos no puedan solucionar. ¿Vamos?
Y así, abrazados se encaminan al dormitorio. El ambiente es propicio. Ella cerró las persianas y encendió una vela perfumada… El ventilador de techo girando lentamente mantiene la habitación en una agradable frescura.
A la química que desata el lenguaje de los cuerpos se suma la comunión de los sentimientos, y el amor se instala entre ellos en toda su plenitud.
- ¡Nunca me había sentido así!
- ¡Es que nadie te quiso como te quiero yo!
- ¿Y qué sabés si no me amaron más que vos? ¡Te crees el ombligo del mundo!
- ¡Basta de parla! No hables y sigamos…

Viernes a la noche. Ella y El duermen abrazados a pesar del calor. A Él le costó conciliar el sueño pensando en la reunión de la tarde. Para colmo los vecinitos están de joda. Son jóvenes, hablan en voz alta, se  ríen, cantan. Durante un rato El se entretiene escuchando el respirar rítmico y profundo de Ella, hasta dormirse con una sonrisa.
De pronto un grito destemplado lo despierta sobresaltado. Se ve nuevamente colgado desnudo en la “percha”; sus pies apenas tocan el suelo. Le sacan la capucha y los malditos están con máscaras de carnaval. Tienen a una piba estacada en un catre; cada vez que amenazan violarla ella grita con desesperación y ellos responden con carcajadas burlonas, sádicas.
Soltó el abrazo sin darse cuenta y está sentado en la cama jadeando y repitiéndose en silencio: “no me van a quebrar… no me van a quebrar…” Otra vez el pasado se hace presente en su mente.
- ¿Qué te pasa mi amor?
- Nada, nada. Voy a tomar un poco de agua. La pizza estaba muy salada. ¿Querés?
- ¡No, no! ¡Quiero dormir!
- Bueno, está bien, dormite…
Ya en la cocina, con mano temblorosa se prepara un vaso con jugo y busca una pastilla para dormir. No puede olvidar la experiencia. ¡Qué ironía del destino! Ésa fue la noche que los soltaron a él y a la piba. A ella porque tenía un pariente capo capo que la andaba buscando; y a él porque se habían equivocado de objetivo. Así zafaron ambos de cosas peores.
- ¿Qué voy a hacer con mi vida? Ni la terapia ni la medicación del psiquiatra lograron curar esas heridas. ¿Y si le cuento todo a Ella? A lo mejor lo comprende y pueda sanar mis recuerdos trágicos. ¿Y si se asusta y no entiende nada?
Y así, sorbo a sorbo, bebe el vaso de jugo mientras da vueltas el somnífero en la mano.
- No importa, en alguien tengo que confiar…
Tira la pastilla a la basura y se vuelve a la cama. Al volver a abrazarla y oler su pelo, piensa: “Mañana, con el desayuno, le cuento todo, y que sea lo que tenga que ser…”

De mi libro"Historias cotidianas".     978-987-28908-0-3

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