miércoles, 20 de febrero de 2019

MORENOS, CAPÍTULO III


            La familia se encuentra de sobremesa después de un día agitado por las noticias, malas noticias que trascendieron del el avance del llamado Ejército Grande sobre Buenos Aires. Para aliviar la tensión ya que la decisión de abandonar la ciudad fue tomada, Rosendo pregunta por viejas historias familiares.

            Cirilo se sonríe y comienza a contar:
-Cuando llegué a Los Cerrillos no sabía más que montar a caballo. De gurí hacía velas, de muchacho también las vendía para el amo; y de mozo me escapé con los Pardos y Morenos que desertaron  para luchar por la libertad así que lo único que sabía hacer era lancear y despenar cristianos. Me arrimé a la estancia al atardecer cuando la peonada estaba comiendo. La mujer que me atendió limpiándose las manos en el delantal, cuando le dije que andaba buscando a un tal Ciriaco, mirándome de arriba abajo gritó:
-Ciriaco, te anda buscando una sombra.
Y se quedó mirando fijo con los brazos en jarra y las piernas separadas, como diciendo “Aquí no entrás.” Entonces apareció el Ciriaco diciendo –¿Que me busca, quién?
Al verme lanzó una carcajada y se vino extendiéndome la mano.
-¡Tizón, apareciste! ¡Y bien montao asigún veo!
-Vine a devolverle su facón y a darle las gracias- le respondí.
Me miró fijo, me dio un fuerte abrazo y dijo: “-No tenés nada que agradecerme a mí. Agardecele a Dios o a quién vos creás, a ése que nombrabas cuando te’ncontré, pero a mí no. Yo solo hice lo que cualquier gaucho bien nacido hubiera hecho.” Y pasándome un brazo por encima de los hombros me llevó adentro.
Cuando llegamos al comedor, la cara de todos era de asombro. Yo creo que era la primera vez que veían a Ciriaco hacer una demostración de algo más que sus risas en todo momento.
-¡No pongan esa cara! Les presento a un gaucho que ha vencido a la mesma muerte, el Tizón ¡mi amigo! Y que desde hoy trabajará con nosotros.
Y Ciriaco me fue enseñando a ser un gaucho trabajador. Se rió de mí al verme montar en pelo y me dijo
–No, no, no, Tizón. En pelo montan los indios, los gauchos usamos apero.
Y así fui aprendiendo a poner sobre la sudadera, la jerga, la carona, los bastos, la cincha, el sobrepuesto y el cinchón. Cosas que no había tenido y que fui adquiriendo en la estancia. También me enseñó a usar el facón para el trabajo y para la defensa, el lazo y el talero para arriar y apartar ganado...

MORENOS, Capítulo III                                                            ISBN 978-987-28908-9-6

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