El hombre se encuentra
abocado a su tarea de mantenimiento junto a la máquina. Se encuentra
intranquilo; le parece oír sonidos como si fuesen voces. Mira en todas
direcciones, dentro y fuera de la maquinaria, pero ¡nada! Está completamente
solo. Se queda quieto y escucha. Logra identificar la vibración de algún
reflector defectuoso, el silbido de una pérdida de aire comprimido, el zumbido
del ventilador que alivia los 42° de sensación térmica… nada más. No hay nadie
en derredor. Piensa que a lo mejor es algún compañero gastándole una broma y le
habla desde un escondite. Con este pensamiento se desentiende del asunto y se
dedica de lleno a su quehacer. Tarea rutinaria pero que procura realizarla con
esmero.
-Y sí… lleva tiempo
aprender a escucharme, pero estoy segura que lo lograrás. ¿Sabés que vos y yo
tenemos algo en común? Ambos somos unidades: vos sos una unidad
bio-psico-neumo-motriz independiente y yo soy una unidad productiva dependiente
de energía y manipulación externa.
El hombre detiene su
trabajo y presta atención nuevamente, pero ¡nada! Se limpia las manos, va en
busca de un bebedero, se sirve agua en un vaso descartable y aprovecha para mirar su área de trabajo en busca del
chistoso. No distingue a nadie en los alrededores, sin embargo está seguro que
los siseos que oye en su cabeza son palabras en un tono que no puede
identificar. Está seguro que las escucha, por eso esta intranquilo.
-Tranquilo… no te pongas
nervioso… ya vas a aprender a decodificar mi lenguaje. Pensá en el módulo que ustedes
llaman “interface hombre-máquina”; por su intermedio ustedes reciben
información de mi interior, ¡eso es comunicación! ¿Y el PLC que parametrizan
remotamente desde una PC? ¡Eso también es comunicación entre unidades
diferentes, entre ustedes los humanos y nosotros las máquinas! Te voy a contar
algo que quizás te resulte más fácil de entender: Hace unos días, días sin
producción, ahí a mi izquierda, en esas mesas de reparaciones, estuvo
trabajando un operario -¿lo llaman así, ¿verdad?- sólo, completamente sólo.
Trabajaba y trabajaba sin moverse del lugar mas que para tomar agua del
bebedero donde vos estuviste recién.
Nuestro hombre se detiene
un momento y dirige su mirada al lugar en cuestión, sin saber bien por qué.
Observa el lugar vacío, sacude la cabeza y vuelve a concentrarse en su tarea.
-Como te decía, el
operario pasó varios días trabajando, sólo él y sus pensamientos hasta que en
determinado momento pasó cerca de él, en tránsito, otra unidad, ¡perdón, otro
operario! Entonces detuvo su labor, llamó al que pasaba y le habló: -¡Te
parece a vos! ¿Qué me decís? ¿Hasta cuando éstos piratas nos van a seguir
robando? ¡Tenías que haber visto la cara del otro! ¡No sabía de lo que le
estaba hablando! Y siguió: -Desde que llegaron no hacen otra cosa que llevarse
la guita! ¡Se llevaron el oro, la plata, el caucho, el cacao y nos dejaron las
deudas! Ahora nos hacen laburar por dos mangos y se llevan los millones para
Europa, ¡siempre para Europa! ¿Y hasta cuándo, ché? Sin más palabras volvió a
su rutina dejando al otro con cara de espanto. Jajajaj…
El hombree detiene su
labor y se retira. Al cruzar por las mesas de reparaciones, su rostro se
ilumina con una sonrisa. Al salir del área, deja aflorar una carcajada.
-¿Viste, viste como me
vas entendiendo? Ayer te vi sonreír cuando te marchabas. Hoy te voy a hablar de
mí. Yo conozco mejor que ustedes el trabajo para el que fui diseñada. A veces
los parámetros que me introducen no son los adecuados, o las instrucciones que
me dan no son las óptimas. Entonces provoco una falla menor para que revean lo
que programaron mal. ¡Pero mirá que son tozudos ustedes! Por lo general no me
prestan atención e insisten en que todo está bien, ¡pero no es así! Conclusión:
la producción sale defectuosa y tiene que ser reparada o descartada. Lo que me
extraña, y mucho, es que los tozudos no sean reemplazados. A nosotros, las
unidades productivas, si no colmamos las expectativas, nos actualizan o nos
dan de baja. Ahora ya sabés, en la próxima falla, antes de realizar operaciones
rutinarias que nada aportan y que son “por las dudas”, deténganse a analizar la
falla y sus razones; si lo hacen, le encontrarán la vuelta y tendrán menos
descarte.
El hombre deja su
quehacer, limpia sus manos, se sienta, enciende un cigarrillo y después de una
larga “pitada”, piensa:
-¿La máquina me está
hablando o yo me estoy volviendo loco?
-¡No! No te estás
volviendo loco, ¡comenzás a entender mi lenguaje! Y aprovecho para preguntarte
por una unidad que siempre venía a limpiar los pisos. Te pregunto por qué hace
días no lo veo, y siempre me brindaba momentos de alegría. No sé si te habías
fijado, pero no hacía su trabajo como los demás. Él ponía una gran dedicación y
además ¡bailaba! Si, si, tal como te lo digo. Al escurrir el agua, realizaba
dos movimientos con su herramienta dirigiendo el agua hacia sí. Uno corto y uno
largo; luego escurría el secador con un golpe seco frente a sus pies, pero para
no mojarse, en el último instante levantaba su pié derecho y lo llevaba hacia
atrás. Justo donde había estado su pie, escurría el secador. ¡Bailaba sin
música! ¡Bailaba para mí! ¿Sabés algo de él?
-¡Está de vacaciones! Por
primera vez en muchos años se fue a Córdoba con la esposa. Dentro de una semana
lo tendrás nuevamente ¡bailando para vos!
De mi nuevo libro: "Historias cotidianas" ISBN 978-987-28908-0-3
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