martes, 10 de diciembre de 2013

Inspección

Alexandra Jamieson Barreiro, Lidia Rissotto, Braulio Senda

Hoy llegué a la oficina y me pareció que había estallado una guerra. La secretaria y la recepcionista sacaban fotocopias a granel; mi jefe gritaba órdenes imposibles por todos los teléfonos a mano; mis compañeros, de punta en blanco, trataban de dejar los escritorios ordenados. Cuando saludé, los pocos que me prestaron atención se quedaron boquiabiertos. Yo también, cuando me vi en el espejo del baño.
Allí, mirándome fijamente desde el azogue, había una cacatúa. Mi nariz es aguileña ¡pero nunca un pico! Alcé mi mano para tocarla y en lugar de mis uñas pintadas sobresalían de la manga de mi blusa verde unas horribles plumas blancas.
Creí que me desmayaba. Ese día teníamos la visita del gerente regional y yo con esa facha. Busqué el rubor y la base de maquillaje en la cartera; me temblaban las manos pero pude disimular un poco el pico. Lo de las plumas blancas me dio un poco más de trabajo hasta que logré peinarlas y darles un poco de brillo frotándolas con un pañuelo.

Oí que en la oficina se había hecho silencio: mi jefe ya no gritaba; supuse que había llegado el gerente. Me ajusté las tiras de las sandalias, compuse el penacho blanco y salí a saludar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario