Jorge llegó al boliche después de
media mañana, con anteojos negros, pálido y con el rostro tan demacrado, ¡que
daba lástima! Se dejó caer en una silla y exclamó:
-¡Un maldito pájaro no me dejó
dormir en toda la noche! ¡Cantaba y cantaba, siempre la misma tonadita! “si-len-cio,
si-len-cio, si-len-cio, pí pí pí pí” y dále que dále “silencio, silencio,
silencio, pío, pío pí”.
La carcajada fue general. Rubén
bajó un poco el Ámbito que estaba leyendo, lo miró por encima de los anteojitos
de lectura, sentenció: “-Era un zorzal, y por el fraseo, un ejemplar adulto.” Y
volvió a la lectura.
“-¿No pudo ser un hornero? Hay
muchos por estos lados.” Opinó Juan.
-No, no, no… Sólo el zorzal canta
de noche. Además, el hornero no canta, ¡se ríe!
Coco apartó un momento su atención de la picada y
preguntó:
-¿Y vos qué sabés de pájaros?
¿Ese diario que lees tiene una sección de ornitología? Jajaja…
-No pibe, yo nací en “El Jardín
de la República”. En el campo aprendí bastante de aves y de luchas sociales
también. Ah… y este pasquín lo leo para instruirme.
El flaco Juan paladea su trago,
descruza las piernas y pregunta:
-¿Por qué será que ahora hay más
pájaros en la ciudad que hace unos años?
-¡Yo quiero saber qué hacen los
pájaros en la ciudad! ¿Por qué no se van al campo y se dejan de joder a la
gente?
Otra vez la carcajada
generalizada.
-Che, gallego, traeme un café
doble, a ver si puedo tener los ojos abiertos…
-¡CA TA LAN! ¿Cuántas veces tengo
que decirte que soy catalán? ¿Yo te llamo correntino o tucumano, acaso?
-¡Huy Dió! Disculpame Manoel; ¿me
podés preparar un café doble?
-¡Cómo no! Ya se lo preparo.
Rubén cierra el diario, saborea
un trago de su copa –es el único que no utiliza vaso para beber- y comenta:
-Yo creo que los pájaros volvieron
a la ciudad por que los pibes ya no los cazan; se la pasan mirando televisión o
jugando con la play. En mi época salíamos a hondear gorriones.
-Pero los gatos tampoco los cazan.
¡Claro, ahora los gatos son mascotas y se alimentan con ración balanceada!
-Puede ser que se deba a que los
pibes y los gatos no se ocupan de ellos, pero yo creo que los pájaros no son
tontos y se dieron cuenta que en la ciudad no hay veneno como en el campo.
Fíjense que se siembran miles de hectáreas y que se fumiga con aviones. Eso
mata yuyos, mata pájaros, mata todo.
Gente también, aunque no lo quieran creer.
Rubén deja la copa, se acaricia
la barba y después de unos segundos dice:
-¿Sabés que tenés razón? Con esto
de las semillas transgénicas y los métodos de cultivo intensivo, seguro que corrieron
a los pájaros… ¡y a la gente también!
Coco suelta una risotada y
responde:
-Excepto cuando estoy durmiendo,
en los demás momentos, siempre tengo razón…
El flaco gira en la silla, vuelve
a cruzar la pierna y apoya un codo en el respaldo.
-Bromas aparte, me parece un
argumento racional y es bastante probable que sea así. En la ciudad hay menos
veneno y casi no tienen depredadores.
-¿Queee? ¿Bastante probable? ¡No,
no, no… posta que es así!
-Creo que más importante que el
cambio de hábitat de las aves es el de las migraciones internas. Los pobladores
del campo son empujados a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida.
¡Eso sí que es todo un tema!
-¡Tá bien, tá bien, pero yo lo
único que sé es que ese puto pájaro no me dejó dormir!
De mi libro "Historias cotidianas". ISBN 978-987-28908-0-3
De mi libro "Historias cotidianas". ISBN 978-987-28908-0-3
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